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las relaciones con los prófugos de San Francisco y de San Antonio, y reconducirlos con las suaves persuasiones del amor al abandonado aprisco.

Mientras se consultaban en Tarija los medios para facilitar y realizar la proyectada espedicion, llegó á ella, en los primeros dias de Marzo, el ilustre viajero Mr. Julio Crevaux, con el análogo objeto de averiguar la navegabilidad del Pilcomayo, reconociendo sus corrientes hasta su reunion con las del Paraguay. Muy luego se estrechó en íntima amistad con el referido P. Prefecto; y en su compañía se trasladó á la mision de S. Francisco, donde nuestros misioneros se habian ofrecido proporcionarle todos los recursos y elementos necesarios para el embarque. En efecto, mediante su activa cooperacion, y la de sus neófitos, en el corto espacio de quince dias se concluyó la construccion de cuatro canoas, y se aprontó el abastecimiento completo de diez y seis espedicionarios para una navegacion de cuarenta y cinco dias.

Todo estaba ya dispuesto para la partida; pero antes de efectuarla, Mr. Crevaux, tan sabio como piadoso, quiso prevenirse con el mejor de los viáticos. Despues de haberse postrado á los piés del misionero pidiendo la absolucion de sus culpas, se postró al pié del altar para recibir la sagrada Eucaristía. Confortado así con el pan de los fuertes, la mañana del 19 de Abril, entre las lágrimas de los misioneros é indígenas que presentian algun siniestro, y se lo habian anunciado repetidas veces al atrevido navegante, se lanzó intrépido á la corriente.

Ocho dias navegó felizmente sin hallar dificultad alguna en el curso del rio, y recibiendo señales de amistad por parte de los salvajes habitantes de sus orillas. Con esas dolosas apariencias pretendian los perversos facilitarse la ejecucion del pérfido designio que tenian concebido. El dia 27, á las horas del medio dia, Mr. Crevaux y su comitiva habian saltado en tierra, quizás para hacer algunas observaciones; y sin armas ni cuidado alguno, iban paseándose

por la solitaria orilla. Cuando repentinamente de las vecinas espesuras desembocó un tropel de tobas, que se les lanzó encima con la furia de hienas rabiosas por hambre. Un momento despues la ominosa playa quedaba cubierta con quince cadáveres. Solo á un jovencito de unos diez y seis años se perdonó la vida, y quedó cautivo. Rescatado dos meses despues á diligencias del misionero de S. Francisco, refirió las circunstancias del feral suceso '.

La desgracia de la espedicion fluvial retardó, pero no impidió la terrestre, ordenada por el Gobierno. Salió esta de Villarodrigo el dia 1 de Octubre, y despues de haber parado nueve dias en el destruido fortin de Bella-Esperanza, recorrió las playas del Pilcomayo hasta el sitio que los chiriguanos llaman Yguopéiti (algarrobal), y que los caizeños bautizaron con el nombre de S. Bárbara. Allí de nuevo hizo alto, la mañana del 18.

Algunos dias despues, se presentó en el campamento el cacique Tesiguó con una tropilla de noctenes pertenecidos ya á la mision de S. Antonio. Fueron recibidos cariñosamente y agasajados por el Jefe de la espedicion, que lo era el coronel Andres Rivas: y ellos por su parte no solo declararon sus pacíficas y amistosas disposiciones, sino que aun se ofrecieron á trasladarse cuanto antes con todas sus familias á S. Bárbara, y domiciliarse junto al fortin, que allí ideaban establecer los cristianos. Anunciaron asimismo que los tobas abrigaban iguales deseos de paz y amistad. Regocijáronse mucho los nuestros, y concibieron halagüeñas esperanzas; porque á la verdad las protestas y promesas de los noctenes parecian sinceras.

Las esperanzas duraron solo tres dias.

La mañana del 3 de Noviembre se hallaban veinte espedicionarios, casi sin armas y enteramente desprevenidos, pastoreando las caballerías en un campo á siete kilómetros de S. Bárbara. De improviso un gran número de tobas sa

1 V. Apéndice T.

lió del bosque adyacente, y unos rodeando la caballada Hleváronse con la velocidad del viento doscientos y cincuenta animales, y otros arremetiendo á los caballerizos mataron á cuatro, é hirieron á uno. Los demás lograron salvar la vida escapándose al monte.

Fácil es imaginar el alboroto que suscitó en el campo cristiano la funesta noticia: todos se llenaron de despecho, ardieron de ira, juraron venganza. Ni tardó en ofrecérseles oportunidad para tomarla.

Tres dias despues, llegaron al campamento trece tobas, guiados por uno de los noctenes de Tesiguó, y trayendo una mula perdida por los nuestros en la travesía de BellaEsperanza á S. Bárbara. Siendo su venida pacífica, como lo acreditaba la entrega de la mula, saludaron con festivo cariño al jefe y demás oficiales, estrechándoles amistosamente la mano. El coronel mandó regalarlos con una racion de carne y maiz, reservándose á interrogarlos mas tarde sobre los motivos y autores del último atentado; y segun resultara del exámen, tomar maduramente las disposiciones que conviniesen. Para ello pasó órdenes secretas de ponerlos en arresto cautelosamente; pero unos oficiales, ciegos de rabia y sedientos de venganza, se lanzaron á ejecutarlas.

Al sentirse los tobas impensadamente agarrados, se enfurecieron como tigre que se ve caido en la trampa; y para desembarazarse de sus agresores, y salvar la vida, hicieron todos los esfuerzos, que en momentos supremos inspira un coraje desesperado. Con las dos manos armadas de cuchillos, arrancados de los cinturones de los mismos cristianos, meneaban golpes á uno y otro lado, hiriendo á cuantos tentaban aproximárseles. Cercados de tanta gente y de tantos rifles tuvieron que sucumbir finalmente; pero solo despues de haber vendido bien caras sus vidas. Su muerte costó la de siete cristianos, y diez heridos.

Pasado el tumulto y restituida un tanto la calma, la vista de veinte y un cadáveres acrivillados y sangrientos

llenó á todos de pena y tristeza, así como la prevision de una feroz represalia por parte de los salvajes irritados los llenó de terror. En medio de esas hordas vengativas y sanguinarias no era posible ya avanzar un solo paso hacia el Paraguay, ni era fácil tampoco sostenerse en S. Bárbara. Al otro dia, 7 de Noviembre, el cuerpo espedicionario contramarchaba á Caiza'.

Las esperanzas, que de la reconquista de los tobas y noctenes habian concebido nuestros misioneros, desvaneciéronse en un punto; y aquellos desventurados quedáronse mas hondamente sumidos en las tinieblas y en la sombra de la muerte.

Con el corazon dolorido deponemos la pluma, elevando una humilde y ardiente súplica al Padre de todos, para que se compadezca de sus infelices criaturas del Pilcomayo, y haga sobre ellas resplandecer finalmente el Sol de verdad y gracia, que las alumbre y les dé vida.

1 Los pormenores de ambas espediciones se hallan descritos con prolijidad y exactitud en la Relacion de lo obrado por los PP. misioneros del Colegio de Tarija en las dos espediciones fluvial y terrestre al Pilcomayo del año de 1882, y en el Diario del viaje del P. Doroteo Giannecchini capellan castrense de la espedicion terrestre al Chaco central en 1882, publicados por la imprenta de El Trabajo de Tarija en Marzo de 1883.

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Esta Mision, fundada en 1791 y abandonada en 1833, fuè restablecida el año de 1845.

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Desde la fundacion de cada una de las misiones hasta todo Diciembre de 1883.

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