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SEGUNDA PARTE.

CONTINUACION DE LA HISTORIA DEL COLEGIO FRANCISCANO DE TARIJA Y DE SUS MISIONES DESDE EL AÑO DE 1810 HASTA ÉL DE 1882.

I.

Primeros desastres.

ON el 26 de Octubre de 1810, cuando el P. Comajuncosa escribia el último renglon de su Manifiesto histórico de este Colegio y sus misiones, terminaba así para estas como para aquel, la época de prosperidad, de progreso y de gloria, y empezaba otra de calamidades, de pérdidas y de humillacion. Desde entonces fueron sucediéndose dias siempre mas turbios y tempestuosos, dias de sustos y peligros, de persecucion y ruinas.

La pérdida de las dos misiones de S. Pedro Regalado de Tariquea y de Nra. Sra. de las Angustias de Centa, inauguró esa era infausta de desventuras.

Tranquilos y contentos estaban en Tariquea, á donde habian sido trasladados, los indios de Cuyambuyu, y no menos lo estaban sus PP. doctrineros, regocijándose del

fruto que iban recogiendo de sus fatigas; pues, en una peste de viruelas, que hubo en la época en que principia nuestra relacion, lograron regenerar para el cielo á mas de doscientas almas. Entre aquellas familias empero, habia un grupo de indios perversos, amantes de su antigua libertad salvaje, impacientes de todo yugo, enemigos acérrimos de los misioneros. Componíase del cacique Curupa, de su teniente Atiguata y de otros cinco ó seis, cuyo odio contra los Padres era atizado por otro grupo de cristianos, vecinos del Bermejo, aun mas perversos que ellos, y tan empeñados como ellos en que los misioneros desocupasen aquellos lugares, para vivir sin freno á sus anchuras. Con este objeto (aun antes que se trasfiriese la mision de Cuyambuyu á Tariquea) repetidas veces se habian presentado al comandante de armas de esta villa, quejándose amargamente de los atropellos y vejaciones con que los tiranizaban sus PP. conversores, que lo eran entonces Fr. Manuel Puga y Fr. Felipe Echenagusia. Mas, viendo que por la falsedad de sus quejas no conseguian el intento, tomaron el partido de viajar á Salta, y formalizar ante aquel Gobierno una querella llena de mil imposturas y calumnias. Despues de escrupulosas indagaciones, hechas por órden del mismo Gobierno, y con las declaraciones tomadas á los indios de la misma mision y á los vecinos imparciales de la comarca, resultó completamente falsa la acusacion de Curupa y sus compañeros.

No cejaron estos en su empeño, y á trueque de salir con su inicuo designio, no se les hizo gravoso andar quinientas leguas hasta Buenos Aires. Presentáronse allí con una impudencia digna de ellos al virey, y delante de él vertieron en negras calumnias toda la ponzoña que tenian concentrada en su pecho contra los Padres. El severo exámen de los capítulos de acusacion hecho por órden de S. A. en el Juzgado de primer voto de Tarija sirvió para que brillara mas acrisolada y pura la inocencia de los misio

neros.

Desesperados los revoltosos de conseguir la definitiva remocion de estos, tentaron lograr siquiera su mudanza. Vino á este Colegio el mismo Curupa, pidiendo con grandes instancias se enviase á Tariquea en lugar del P. Puga al P. José Blanco, quien habia sido el primer institutor de aquella mision. Sentian vivamente desprenderse de él los Padres del Colegio, al cual presidia entonces en calidad de vicario: sin embargo sacrificaron su propia conveniencia á los deseos de los indios, con la lisonja de que se calmarian con esto aquellos ánimos turbulentos, y se sujetarian fácilmente al gobierno de un Padre, que ellos mismos solicitaban con tanto empeño.

À la verdad, óptimo misionero era el P. Blanco, como hallamos atestiguado en documentos dignísimos de fe, y que no será de mas copiar aquí, para que resalte mejor la injustísima malignidad de los indios. El P. Blanco (dicen) se halla adornado de las mas sobresalientes cualidades para el ministerio apostólico, como lo tiene acreditado en mas de ocho años que ha ejercido este empleo entre infieles, y seis entre fieles, misionando en varias ciudades, villas y curatos, dejando en todas partes fama de virtuoso, recogido, timorato y de ardiente celo por la salvacion de las almas. À mas de estas prendas, concurren en este ejemplar religioso las de ser perfectamente instruido en el idioma de los indios, la de un desinteres sin igual, de una adhesion asidua al trabajo, de un generoso desprecio de toda penalidad y molestia, de una afabilidad admirable para con los indios y de una cordial conmiseracion para socorrerles todas sus necesidades.

Con la llegada del P. Blanco se aquietaron un tanto los díscolos: mas, porque las bellas cualidades ya referidas del misionero iban acompañadas (como añaden los citados documentos) del santo temor de Dios, y este no le permi tia disimular en sus neófitos lo que era malo, y se lo reprendia en su mismo idioma, que lo hablaba tan bien 6 mejor que ellos, volvió a recrudecer el antiguo encono contra

los Padres, y reavivarse las ansias de arrojarlos. La consabida gavilla marchó á Salta, y con hipócrita humildad se quejaron delante del Sr. Obispo de la inhumanidad con que los trataban los doctrineros, y de los maltratos y es torsiones que les inferian. El prudente Prelado no creyó fácilmente á las delaciones de los indios, y con los informes pedidos y recibidos del P. Prefecto de misiones, quedó plenamente convencido de su falsedad. No así el Protector partidario de naturales de aquella ciudad; quien no solo creyó á las imposturas de los indios, sino que, ó por ignorancia, ó por debilidad, ó por malicia elevó á la Superintendencia en nombre de sus clientes una atroz representacion contra los Padres, acusándolos de vejar y maltratar los neófitos de Tariquea, quitándoles los hijos á los padres, la mujer al marido, á los particulares sus miserables intereses, y violando en fin, ya de un modo ya de otro, todo pacto social, hasta la honestidad de las vírgenes. Por lo cual declaraba, que sus protegidos no querian sujetarse mas á los PP. conversores, y prometiendo perpetua paz y union con los cristianos, justamente solicitaban se les dejase vivir en el sosiego y armonía de que antes disfrutaban. Estas últimas fórmulas revelan por entero el pérfido y sacrílego intento de los indios: y es muy para estrañar el descaro del degenerado Protector de naturales en estamparlas al fin de su representacion. Porque & quien no ve que solicitando los díscolos se les dejase vivir en el sosiego y armonía de que antes disfrutaban, solicitaban la autorizacion de su apostasía, y licencia para vivir en su primera libertad montaraz, sin Dios, sin ley, sin gobierno, sin religion?... Por lo demás, cuanto mas graves las acusaciones, tanto mas fáciles eran de averiguarse; pues, no se trataba de culpas internas y secretas, sino de crímenes esternos y que no era posible terjiversar. Por lo mismo, con las nuevas indagaciones é informes reportó un nuevo y mas espléndido triunfo la inocencia de los misioneros.

Las inicuas intrigas de Curupa y sus adictos, habian

servido solamente para poner en mas alto relieve la pérfida alevosía de los acusadores y la inmaculada conducta de los acusados. La hipocresía y la impostura no habian sido medios suficientes para apartar el aborrecido yugo: forzoso se hacia arrojarlo con impudencia. El maligno cacique y sus satélites dirigieron todos sus esfuerzos á pervertir los ánimos de sus parientes y compatricios, y exasperarlos contra los Padres, pintándoles con subidos colores las anchuras de que gozaban en su pasada autonomía, y la dura esclavitud en que al presente gemian, condenados á la instruccion diaria, á la misa, á las faenas comunes, á la monogamia, á la templanza; é incitándolos á romper de una vez las insoportables cadenas que los abrumaban. Aquellos crédulos y débiles neófitos se dejaron fácilmente arrastrar de esos pérfidos consejos: empezaron á suspirar por su perdida libertad, á aborrecer el trabajo y la asistencia al catequismo; concibieron disgusto y aversion á los que no consideraban ya como á padres, sino como á tiranos; acabaron por la desercion y apostasía. En los primeros dias de Mayo de 1811 la mision de Tariquea quedaba completamente desierta. Sus moradores se habian fugado á Cuyambuyu.

El misionero permaneció en su puesto. Lisonjeábase que con la eficacia de sus exhortaciones, y con la proteccion que debia en este caso prestar el Gobierno, volverian los neòfitos al abandonado redil. Mas, despues de cuatro meses de inútiles esfuerzos y recursos, de esperas y desengaños,

1 Habiéndose retirado pocos dias antes al Colegio el P. Blanco, quedaba solo en Tariquea el P. Echenagusia: y en ese intérvalo debió suceder el hecho que este mismo religioso referia al P. Herrero, quien lo consignó en una de sus circulares. Tuvo aquel Padre que reprender á uno de sus neófitos por graves escándalos cometidos: mas este embravecióse tanto que cogió un arma para matar al misionero. Desarmado por los circunstantes, se retiró furioso, jurando de ejecutar cuanto antes lo que entonces no habia podido hacer. Mas, apenas habia dado pocos pasos el infeliz, cuando de lo espeso del bosque vecino salió un tigre ferocisimo, que acometiéndole con sus tremendas zarpas, lo hizo pedazos en un momento.

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