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Y por que el hacerlo, y la casa, y todo lo demas que fuere para su sustento, nos ofrecemos é los demas vecinos de dicha villa á sustentarlos, sin que sea necesario se gaste de vuestra real hacienda À V. A. pedimos y suplicamos nos conceda licencia para el dicho efecto, pues es para tan buena obra, y tengamos en aquella villa este convento, por ser tan acepto á toda la christiandad; que en ello recibiremos merced, &.- -Igual peticion fué elevada al cabildo eclesiástico de los Chárcas en sede vacante. Ambas autoridades acogieron y despacharon favorablemente la religiosa solicitud de los Tarijeños.

Dos meses despues, llegaba á Tarija el P. Fr. Miguel Chirino, encargado de recoger las limosnas necesarias para realizar la deseada fundacion. Con este objeto, el dia de la Ascension, 4 de Mayo, reuniéronse en la iglesia mayor el teniente de correjidor Gonzalo Flores de Chaves, el cabildo, justicia y regimiento, con todo el pueblo. Nadie se negò. Quien no pudo contribuir con limosnas pecuniarias, ofreciò adobes, madera, reses, granos, vino y otras especies convertidas en dinero por Francisco Iñiguez de Arellano, primer síndico de este convento, para comprar dos solares (pues el sitio señalado no era á propósito), y costear los primeros gastos de la fundacion. El total de las limosnas ofrecidas subió á dos mil, ciento, noventa y un pesos con cinco tomines. Fuera de esto, unos se obligaron á dar herramientas y peones, otros á cooperar con su trabajo personal. El largo catálogo de los contribuyentes, con una declaracion minuciosa de lo que cada cual ofrecia, se halla hasta hoy en el archivo de este colegio, como monumento perpetuo de la piedad Tarijeña. Catorce dias despues, se abrieron los cimientos de la nueva casa franciscana.

Un reparo caviloso de los regidores motivó la suspension de la obra en su mismo principio: mas, habiendo llevado Gaspar Herrera las reclamaciones del pueblo al Dean y cabildo eclesiástico de la Plata, este, á 9 de Enero

de 1507, sopena de escomunion mayor latae sententiae, mandó que nadie osase impedirla.

Allanadas todas las dificultades, el Ministro de la provincia franciscana de los XII Apóstoles del Perú, P. Pedro Guttierrez Flores envió á algunos frailes que tomasen posesion del nuevo convento, instituyendo en su primer Guardian al P. Antonio de S. Buenaventura. El cronista de esta provincia nos ha dejado algunas noticias de la vida y virtudes de este ejemplar religioso; y de buen grado las reproduciremos aquí, compendiándolas, para resucitar y perpetuar la memoria del virtuoso fundador de este convento '.

Nacido en Valladolid de la ilustre familia de los Sandováles, por su nobleza y no comun talento, logró la estimacion y privanza del virey del Perú, D. Luis de Velasco; en cuya compañia habia pasado á estas Indias. Entre el fausto de la corte y placeres del siglo vivió con mucho olvido de Dios y de sí mismo, hasta los cincuenta años de su edad; cuando harto del mundo, resolvió abandonarle y refugiarse en el claustro. Presentándose al convento del Cuzco, pidió humildemente el hábito franciscano, el cual no sin dificultad le concedieron aquellos Padres, rezelosos de que mal pudiese soportar la estrechez y austeridad de la religion, un caballero por tantos años avezado á las libertades delicias del siglo. Mas, los hechos no tardaron en demostrar, que la mudanza de Antonio Sandoval habia sido obra de la diestra del Escelso; pues, esta fué tal, que sus mas íntimos allegados le desconocian. Habiendo profesado la regla franciscana el dia consagrado á la memoria del Seráfico Doctor S. Buenaventura, en obsequio suyo, renunciando al apellido de su noble casa, quiso en adelante denominarse Fr. Antonio de S. Buenaventura. Desde ese momento, su

1 Mendoza. Crónica de la Provincia de S. Antonio de los Charcas. Lib. 2. cap. 32. Advertimos que este convento de Tarija en el primer ano de su fundacion perteneció á la provincia franciscana del Perú, y en el siguiente de 1607 entró á formar parte de la de los Charcas nuevamente erigida.

vida fué un ejercicio constante de las mas eminentes virtudes.

Él era siempre el primero y el mas asiduo en los actos de comunidad; el mas exacto en las mortificaciones prescritas; y no contento con ellas, afligia su carne con cilicios de cerda, estenuábala con continuos ayunos y penitencias; la martirizaba en fin con tanta aspereza, que sus hermanos pasmábanse de que un cuerpo, criado en regalos y debilitado por los años, pudiese tolerar tanto rigor. Para aplicarse sin embarazo á las cosas celestiales, se negaba del todo á la curiosidad humana, sin querer saber mas que à Cristo, y este crucificado. Observantísimo del silencio, cuidaba tanto de su lengua, que cuando con una señal podia responder á las preguntas, no gastaba ni una sola palabra. Rígido consigo mismo, estaba lleno de caridad para con los demas. Condóliase vivamente de los trabajos de sus prójimos, y como no pudiese por su pobreza remediarlos de otro modo, se esforzaba á aliviarlos al menos con dulces palabras y con la oferta de sus oraciones. Compláciase mucho en repartir rosarios y enseñar prácticas devotas; asegurando á todos, que en ellas hallarian el reparo de sus males y el consuelo en sus aflicciones. Aun con mas ternura se compadecia el caritativo Fr. Antonio, de las almas, que gimen cautivas en el Purgatorio, cuyas penas le tenian continuamente herido el corazon; y para aliviarlas, ocupaba gran parte del dia en rezar coronas y ganar indulgencias. Con el mismo fin, todo el tiempo que vivió en la religion, nunca usó recostarse despues de maitínes, empleando aquellas silenciosas horas de la noche hasta prima, en sufragar á sus queridas almas. En favor de ellas hizo piadosa cesion de la mitad de sus merecimientos, con la condicion de que le alcanzasen de Dios le diera el purgatorio en esta vida. Que por la intercesion de las santas Almas le hubiese concedido la divina piedad esta gracia, él mismo, mas de una vez, lo afirmò con grande alegría á sus confesores: ni es inverosímil, que las molestísimas enfermedades y sensibilísimos dolores, que por

muchos años padeció en todo su cuerpo, fuesen las penas del purgatorio, con que Dios quiso purificarlo de antemano en esta vida. Sufriólo todo el buen Padre, no solo con paciencia, sino con alegría; y dando de ello infinitas gracias al Señor, no se permitia en sus recios dolores mas desahogo, que él de unas amorosas aspiraciones. Profunda y sincera fué su humildad. Sentia ser preferido á otros; aborrecia los oficios honrosos, para los cuales juzgábase inepto; tenia por perdido el dia, en que no lograse alguna ventaja en el menosprecio de sí mismo; y reputándose ingenuamente por el mayor de los pecadores, á sus culpas atribuia todos los males, que sucedian en el mundo. Y Dios, segun su promesa, premió la humildad de su siervo elevándole á una alta contemplacion, regálandole con esquisitas dulzuras, y dotando su espíritu de una paz tan serena, que nadie jamas pudo ver turbada.

Enviado á Tarija para fundar casa de nuestra órden, no se arredró ante la perspectiva de las escabrosidades de una empresa siempre dificil en paises recien poblados y faltos de recursos. Fundó el convento; y electo en su primer Guardian, por la prudencia de su gobierno y por la santidad de la vida, se hizo amable para los de casa y respetable para los de afuera. Estos, venerándole como á gran siervo de Dios y muy valido suyo, á él recurrian con gran confianza en todos sus aprietos, y siempre que veian amenazadas sus huertas y sembrados por las tempestades, tan frecuentes en este valle y tan nocivas. El santo fraile movido á compasion salia á conjurar la tormenta; y obedientes los nubarrones huian al punto á descargar sus piedras en los riscos de la sierra vecina. Con esto crecia siempre mas en aquella buena gente la fé en Dios y la reverencia á su fiel servidor. Pero este, enemigo constante de las honras, retirábase á la Recoleta de Chuquisaca; donde acabaria de labrar su corona con el sufrimiento heróico de penosas y prolijas enfermedades. Consumido por ellas, á los ochenta y mas años de edad, reposaba en Cristo el año

de 1627. Despues de muerto, su cuerpo quedó tan flexibile y su rostro tan hermoso como si estuviese vivo. À los funerales concurrió gran multitud de gente aclamándole santo y llevándose como reliquias las partecitas de su mortaja.

Bajo la direccion del venerable Padre, cuya biografia acabamos de trazar, el nuevo convento de Tarija salió exactamente conforme al modelo, que para la fábrica de las casas de su órden dejó delineado el Patriarca de los pobres. Reducíase á un solo claustro bajo, rodeado de unas pequeñas celdas destinadas á hospedar á los ocho ó nueve religiosos, que de ordinario moraban en él; las oficinas indispensables, y pobrísimas; una huerta para el sustento y recreo de los que vivian encerrados en aquella cárcel voluntaria. Las paredes del pobre edificio eran de barro y el techo de paja. Todo respiraba la sencillez y humildad de la felicísima infancia del Instituto Seráfico: el título mismo de

Nuestra Señora de los Àngeles dado á la pequeña iglesia, ó mejor dicho oratorio, que entonces se fabricó, evocaba el recuerdo de la primer cuna de los frailes menores.

Veinte años despues, colocábase la primer piedra de una segunda iglesia, que debia ser mas cómoda; aunque no mas suntuosa 1. Su fábrica procedió con tanta lentitud, que apenas en 1645 pudo darse por concluida."

Debajo del cimiento de esta nueva iglesia se puso el siguiente memorial: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espiritu Santo, de la Virgen nuestra Señora, y de nuestro Padre S. Francisco, se dió principio y puso la primera piedra á este templo de los frailes menores observantes de la orden de nuestro Padre S. Francisco, dedicado á Nuestra Señora de los Angeles de Porciuncula, rigiendo la Iglesia de Dios en la Silla pontifical Urbano Octavo; y reinando en España Phelipe quarto; y siendo Virrei del Perú D. Diego Fernandez de Córdova, Marquez de Guadalcazar; Correjidor de esta Villa de Tarija D. Juan Frias de Breña: y siendo General de la dicha órden nuestro reverendisimo padre frai Bernardino de Sena; Comisario Jeneral del Perú el mui reverendo Padre frai Juan Verdugo Moreño; Provinzial nuestro Padre frai Joan de Azpetia, y Guardian de este Convento el padre predicador frai Luis de Segura, el cual dijo la misa del Espiritu Santo, y puso la primera piedra, oi viernes, á cinco de Noviembre del año de mill seiscientos y veinte y siete.

2 V. Apéndice C.

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