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las oficinas necesarias, debajo de un cerco que lo resguardaba todo, y no faltaba mas que un sacerdote: pero este, por varias ocurrencias que se ofrecieron, no pudo conseguirse hasta principios de 1795, y entre tanto cuidaba Fr. Francisco de aquel pueblo.

En el dia 2 de Enero de dicho año llegó el P. Fr. Santiago Lastra á aquella mision, acompañado de seis soldados del destacamento de Zaypurú, para que estuviesen con él algun tiempo, segun la órden que les dió su comandante, para librarle de cualquier peligro, en que quisiese ponerle la inconstancia del dicho malvado Naguájai. El dia 6 del mismo mes, en que se celebra la fiesta de la Epifanía del Señor y adoracion de los Santos Magos, bendijo la capilla que estaba muy bien aderezada, impúsole por titular á la Purísima Concepcion de nuestra Señora, y celebró la primera misa con asistencia de Fr. Francisco y otros tres misioneros de las misiones inmediatas, de tres capitanes del pueblo y sus indios, y de los seis soldados de Zaypurú, quienes durante esta sagrada funcion hicieron varias salvas con el cañon, que habian llevado del fuerte. Se concluyó la fiesta con regocijo, se fueron todos á sus destinos, y como los perversos con dificultad se corrigen, viendo el perverso é ingrato Naguájai, que ya el P. misionero estaba solo, empezó á influir á los indios, que no se sujetason á él, porque los queria hacer esclavos. No pudo librarse este religioso de las continuas molestias y seducciones de este maldito siervo de Satanás; pero con su constancia pudo conservar y adelantar esta mision.

Para su socorro dió el real tesoro un mil y trescientos pesos; esto es, cuatrocientos para la manutencion de los dos PP. conversores, y lo restante para poner una estancia de ganado, y proveer la capilla de las cosas necesarias. Con este auxilio se adelantó aquel pueblo así en gente, como en hacienda en lo temporal y en lo espiritual; de modo que en el año de 1799 tenia 756 almas de todas edades, de las cuales las 155 habian renacido en el sagrado bautismo: sus

escuelas estaban bien arregladas, la iglesia as ada y proveida de todos los ornamentos y vasos sagrados suficientemente, y en su estancia habia bastante ganado. Pero, como esta fué la primera mision que opugnaron los bárbaros, fué tanto el destrozo, saqueo y ruina que hicieron, que nɔ dejaron cosa alguna ni de la casa, ni de la iglesia, ni del pueblo, y todo lo incendiaron, y quedó como si nunca hubiese existido.

¿Quien creyera, que esta mision se restauraria, nɔ hɩbiendo quedado mas que las campanas, que pudo ocultar su P. conversor Fr. Narciso Llamedo, y no quedándoles á los misioneros mas que la pobreza que profesaron? Mas con todo esto, aunque este P. conversor hubies salido de aquella mision hostilizada tan desnudo como Adan cuando salió del Paraiso, y los indios, que se iban juntando, no tuviesen con que mantenerse; Dios con su providencia, los fieles con su caridad, y el dicho Padre con su industria llegaron á restaurarla y mejorarla en todo, cooperando en su principio Fr. Francisco del Pilar; de modo que por el mes de Abril de 1801 ya el pueblo estaba hecho y bien ordenado en un sitio mas ventajoso, y la capilla y casa de la habitacion de los PP. conversores concluidas, aunque les faltaba la última perfeccion. Desde entonces hasta ahora no cesaron aquellos misioneros de trabajar en su adelantamiento temporal y espiritual, sin embargo de que los indios son de mala voluntad.

En el dia tiene la mision 3211 almas; es á saber, los cristianos adultos de nueve años para arriba son 214, y los párvulos hasta 9 años son 392; los gentiles adultos son 1713, y los párvulos 892. Los matrimonios segun el órden de la S. Iglesia son 33. Desde su fundacion hasta ahora recibieron el bautismo 1306, de los cuales murieron 283; esto es, 3 adultos y 280 párvulos: debian haber quedado vivos 1023, pero de estos se hallan menos 417, que andarán por otros lugares, y solo quedaron 606.

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Mision de Tapuitá.

Entre las dos misiones de Zaypurù y Tacuaremboti, y en los 19° 36' de lat., y 315° 58' de long., está la mision de Santo Domingo de Tapuitá1, metida en un sitio redondo, cercado de cerros bastante elevados, sin mas agua que la que baja de una quebrada inmediata, la que en tiempo de seca es preciso cogerla muy arriba. No le faltan tierras para sus chacras de maiz y otros granos, y su fertilidad y temperamento es el mismo que él de Zaypurú. Sus indios son chiriguanos venidos de varias partes, poco ó nada afectos á la religion cristiana y vida civil; pero acosados del hambre, que los afligia en estremo, pidieron á Fr. Francisco del Pilar les plantase mision en aquel paraje. Pero, como el sitio era tan incómodo y ellos tan inconstantes, les persuadió que se agregasen á la mision de Zaypurú, donde tenian muchos parientes. La propuesta era muy razonable; pero como ellos no saben conformarse con la razon, sino con su bárbara libertad, no quisieron condescender á su consejo, y aguardaron otra coyuntura para lograr sus deseos.

Entre tanto fué este celoso religioso á la ciudad de la Plata, como queda dicho; allí enfermó gravemente de dolor de costado; y hallándose repuesto, solicitó las licencias necesarias para la fundacion de esta mision y de la antecedente, proveyòse de varios muebles y utensilios, y habiendo regresado á Obaig á fines de Marzo de 1793, siguió aquella obra, que tenia empezada; despues pasó al Parapití para el mismo efecto; y concluida esta reduccion en el Enero de 1795, volvieron los de Tapuitá á pretender mision con mas empeño. Si estas ansias hubiesen sido por amor á la religion, hubieran sido laudables; pero como nacian de un

1 Propiamente Itapinta, que quiere decir Piedra colorada.

corazon aficionado á las comodidades terrenas, no dejaban de ser impertinentes: mas con todo esto condescendió á ellas por la esperanza que tenia de que con el tiempo se lograria mucho bien de aquellas almas.

Empezó la capilla y casa para la habitacion de los PP. conversores el dia 19 de Julio de 1795,, y á principios de Diciembre inmediato ya todo estaba concluido. Se hallaba á la sazon de visita en Zaypurú el primer Comisario Prefecto de misiones; y por no faltar á la solemnidad, con que quiso celebrar en Parapití la fiesta de su patrona la Purísima Concepcion, aguardó para la vuelta la entrada en Tapuitá. Entre tanto dió comision al P. Fr. Francisco Coll para que fuese á bendecir y estrenar su capilla; y porque era preciso nombrarle patron y titular, no queriendo fiarlo á la devocion de cada uno, sino á la voluntad de Dios, echó cédulas en un vaso, y habiendo invocado al Espíritu Santo con otros religiosos que estaban presentes, mandó á un niño inocente cristiano, que metiese la mano y sacase una cédula, y sacó la que tenia escrito el nombre de N. P. Sto. Domingo de Guzman; y este fué el nombrado por patron y titular de aquella iglesia.

Cumplió el referido P. Coll su comision, y el dia 6 de Diciembre de 1795 bendijo dicha capilla, con asistencia de otros tres misioneros vecinos, de Fr. Francisco del Pilar y de todo el pueblo, y cantó la misa con toda la solemnidad posible, y se quedó allí interinamente para cuidar de esta mision juntamente con el hermano Pilar. Llegó el R. P. Comisario Prefecto de la del Parapití, vió que todo estaba en buena disposicion, hizo empadronar á toda la gente que habia en el pueblo, y halló que tenia 402 almas, de las cuales las 110 ya habian recibido el santo bautismo, y las confirmó, y siguió su visita.

Con el socorro de un mil y trescientos pesos que dió el Gobierno, como á la del Parapití, se proveyó la capilla de las cosas necesarias y se puso una estancia. Con la aplicacion de los PP. conversores todo se fué aumentando así

en lo espiritual, como en lo temporal: de modo que en el año de 1799 tenia esta mision 553 almas, de las cuales estaban bautizadas 243: el pueblo estaba bien formado, y las escuelas muy corrientes; la capilla surtida de todos los ornamentos y vasos sagrados necesarios, y la torre con buenas campanas. Pero todo se perdió con la invasion de los bárbaros, menos las cosas de iglesia, que pudieron resguardarse con tiempo; y todos los indios de esta mision se desparramaron por varias partes.

No intentábamos restaurar esta mision, por su mal sitio y ser los indios tan variables y poco permanentes; y mas bien deseábamos, que así como se fuesen juntando, se agregasen á otras misiones. Pero, como el señor gobernador intendente de Cochabamba y Santa Cruz, D. Francisco de Viedma, se empeñase en su restauracion, tomó Fr. Francisco del Pilar este nuevo trabajo luego que concluyó la nueva obra del Parapití. Los indios desparramados se iban juntando, y él iba disponiendo las cosas para reedificarlo todo: pero sus afanes escedian á sus fuerzas; ya se hallaba muy viejo, achacoso y debilitado, y eran gravísimas las aflicciones que padecia al ver perdido en un momento lo que le habia costado tantos años de trabajo, la suma miseria en que se hallaba con la imposibilidad de poder salir á buscar algun socorro, y las muy reñidas contiendas que habia entre los PP. conversores y los soldados del destacamento de Zaypurù, cuyas consecuencias fueron bien lastimosas. Todo esto abrevió sus dias, lo postró en la cama, y apenas concluyó la casa y capilla, que entregó su alma á Dios con mucha paz, y fué á recibir el premio de tantos trabajos, el dia 19 de Marzo de 1803. Lo asistió el P. misionero Fr. Julian Diaz Canseco, y le administró los santos sacramentos, y el dia siguiente le dió eclesiástica sepultura en aquella misma mision; y despues fueron sus huesos trasladados á este Colegio1.

I V. Apéndice 0.

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