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1799 ya habia en este pueblo 874 almas de todas edades, y de ellas las 367 eran cristianas; las escuelas estaban en buen órden, se habia fabricado otra casa muy capaz para la habitacion de los PP. conversores, y la estancia tenia suficientes cabezas de ganado vacuno, caballar, mular, ovejuno y cabrío; pero, con la mencionada invasion de los bárbaros todo quedó limpio, como si tal pueblo no hubiese habido.

Pasado este invierno de tribulaciones, se juntaron otra vez aquellos indios, y clamando por su principal P. conversor, que á la sazon era el P. Fr. Domingo Andres, se volvió á formalizar la mision con los que se habian reunido, que eran por todos 434 almas. La miseria, que en aquel primer año de 1800 padecieron, era suma, por los motivos que se espresaron en la antecedente: mas con todo esto, á principios del año de 1801 ya habian formado el pueblo, y fabricado la capilla y casa de los PP. conversores con las oficinas necesarias. Desde entonces se fué renovando y adelantando todo.

En el dia tiene esta mision 1226 almas, en esta forma: los cristianos adultos de nueve años para arriba son 90, y los párvulos hasta nueve años 490; los gentiles adultos son 486 y los párvulos 160. Los matrimonios segun el rito de la S. Iglesia son 36. Desde su fundacion hasta ahora recibieron el santo bautismo 1045, y de estos murieron 334; es á saber, 82 adultos y 252 párvulos. Debian quedar vivos 711; pero faltan 131, y así no quedan mas que 580.

En este estado se han puesto estas dos misiones á fuerza de trabajos, desvelos, sudores, y padecimientos impondera bles de los PP. misioneros, que las han servido'.

Por los años de 1865 habiendo el Sr. canónigo Barba de Santa Cruz visitado la antigua mision de Obaig, y reconocido la insalubridad del lugar por las muchas ciénegas de que hoy está rodeado, ordenó que sus indigenas se trasladasen al pueblo de Charagua distante 2 ó 3 kilóm. hácia el Sur. Algunos obedecieron, pero otros prefirieron quedarse sin capilla y sin doctrinero en su pais natal, donde no se conserva mas reliquia de la mision, que los cimientos de la casa de los misioneros.

XVIII.

Fundacion de las misiones del Parapiti y Tapuitá; y de los trabajos que se padecieron.

AMINANDO desde Obaig hácia el S., se halla á las nueve leguas de camino llano la mision de la Purísima Concepcion del Parapití á la orilla del rio de este nombre, en los 19' 58' de lat., y en los 316° 7' de long., en un descampado muy vistoso, abundante de leña, pero escaso de buenas maderas: sus terrenos son fértiles; su terruño arenoso; sus pastos abundantes; sus proporciones para estancias de ganado, chacras y demas tierras de labranza muy buenas. El rio es algo caudaloso, y en tiempo de lluvias temible; su agua es de buena calidad, y abunda de pescado; su orígen está cerca de Pomabamba partido de Tomina, y á cuatro ó seis leguas abajo de la mision se pierde dentro de los arenales que médian entre ella y los pueblos de Izozo, donde se forma una gran laguna; y siguiendo despues otros arenales, se forma otra laguna, que da principio al rio de S. Miguel de Chiquitos. Los indios son chaneses y chiriguanos, de buena estatura, y en la robustez, color, flojedad, y demas calidades y costumbres son semejantes á los de sus naciones. Ellos decian en su abun

dancia, que nunca se moverian del barbarismo, pero Dios quiso sitiarlos por hambre : la que padecian en aquellos miserables tiempos los obligó á buscar el remedio, no en Dios, sino en Fr. Francisco del Pilar, cuya caridad tenian bien conocida.

Hallándose pues este apostólico religioso muy atareado en las fundaciones de las misiones de Tacuaremboti, Pirití y Obaig en el año de 1790, fueron los capitanes del Parapití, Báyra y Nanderay, á suplicarle pasase á su tierra á plantarles mision. No siendo entonces posible cumplir sus deseos, los pasó con esperanzas: pero habiendo repetido las instancias por medio del capitan Tenacua, fué y registró aquel terreno y vista la inclinacion que tenian á tener mision, le dió palabra, que volviendo de la ciudad de la Plata, haria lo posible para cumplir su gusto. Entre tanto fabricó allí una pequeña casa para el misionero sacerdote que hubiese de ir; y aunque los indios cortaron maderos para hacer capilla, hubieron de contentarse con una cruz grande, que les plantó allí. En los dias que estuvo en aquel pueblo, bautizó á mas de sesenta personas, que estaban muy enfermas de la peste que les entró; y dejando allí á un secular, para que los cuidase y fuese trabajando la capilla, se volvió á dichas misiones; pero el secular, que mas estimaba la vida de su cuerpo, que la salvacion de aquellas pobres almas, habiendo plantado algunos horcones ó maderos, y viendo el lugar tan apestado, temeroso de enfermar s salió, dejando á aquellos infelices en el peligro próximo de su condenacion.

À fines de este año de noventa, pasó dicho Fr. Francisco á la ciudad de la Plata y villa de Potosí; y habiendo conseguido la licencia para las fundaciones de esta mision del Parapití y de la de Tapuitá, y las demas cosas necesarias, se volvió á sus apostólicas tareas, y llegó á la mision de Obaig á fines de Marzo de 1793. Pasados algunos dias, se fué al Parapití con ánimo de poner en planta aquella mision; pero halló que el diablo le previno la mas

fuerte oposicion, valiéndose de los perversos capitanes Ñaguájai y Chome. Todo fueron aflicciones para este varon apostólico. Por una parte veia el estrago, que en aquellos dos años habian hecho la pesto y el hambre en aquel lugar; pues, habiendo visto antes á mas de dos mil almas en aquel pueblo, ahora no halló mas que á tres familias; porque muchos se habian ausentado, y los que habian muerto en aquel tiempo no se podian contar. Entre estos habian fallecido los capitanes Báyra, Tenacua, Yepú y Abacayu, que eran de su mayor confianza; el primero con el santo bautismo, y los otros tres sin él, por no haber habido quien se lo administrase: y de los que habia bautizado antes que saliera, apenas habian quedado vivos cinco ó seis. À este dolor se siguió otro peor y al parecer invencible; pero su constancia, paciencia y caridad lo allanaron todo, aunque con trabajo.

Mal contento el mencionado capitan Naguájai de esta fundacion, procuró valerse de los medios posibles para impedirla. Él influyó á los indios hárbaros de Izozo, de Ururúguay y de otros pueblos, que saliesen al camino, y al pasar dicho Fr. Francisco le robasen todo lo que trajese, y acabasen con él. No quisieron estos meterse en este negocio y viendo él que se le frustró esta diligencia, montó en cólera, y él mismo en persona fué á cortar y quemar la santa Cruz, que dicho religioso habia fijado y enarbolado, y los horcones que se habian plantado para la capilla. No satisfecho de esta su impiedad, se fué rabioso á su lugar, que estaba cerca, se puso á hacer flechas y previno todas. las cosas que consideró oportunas para destruir todo lo que se habia edificado, y matar á Fr. Francisco. Para el efecto, montó en una arrogante yegua, y cuando presumia que nadie podria embarazarle la ejecucion, descargó Dios la mano sobre este temerario, para impedir sus malas intenciones. Alborotóse la yegua, lo arrojó al suelo, lo arrastró y lo maltrató de forma, que estuvo enfermo mas de dos meses. No fué esta caida como la de Saulo, perseguidor de la Iglesia, ni su castigo produjo los efectos que se vieron en

Heliodoro; porque ni se humilló como ellos, ni se sujetó á la voluntad de Jesucristo, sino que se ensoberbeció mas; y viendo que no podia ejecutar por sí mismo aquella ruina, envió á un hijo suyo tan perverso como él, acompañado de diez y seis bárbaros, para que lo practicaran al momento segun lo deseaba su obstinado corazon.

Llegó este malvado á la presencia de Fr. Francisco del Pilar, y con la arrogancia que le inspiraba su furor, le dijo: ¿Porque, ó para que has venido á estas nuestras tierras? no sabes, que no queremos ser cristianos? Oyóle el religioso sin inmutarse, y con palabras suaves y humildes le respondió: Bien sabeis vosotros, que los dos capitanes Báyra y Tenacua ya difuntos me llamaron, y pidie ron que aquí les fundase mision: yo no intento que os hagais cristianos por fuerza, sino libre y espontáneamente; y así los que no quisieren serlo, bien podrán estarse quie tos en sus casas y pueblos. Con esta respuesta suave les aplacó la ira; y dándoles una porcion de carne fresca para ellos y para el enfermo Naguájai, se fueron al parecer contentos. Sabia muy bien, que los dones quebrantan corazones; y por lo mismo repitió la dicha obra de misericordia algunas veces, enviando alguna carne á dicho enfermo; y fue tanto lo que lo ablandó, que viéndose algo aliviado, lo visitó, le regalò dos cordovanes y le prometió que no se opondria mas á sus santos fines. Dióle el religioso una porcion de tabaco y bayeta, y con esto quedaron amigos.

Aprovechando Fr. Francisco este tiempo de bonanza, y mientras la gente, que andaba huyendo de la epidemia, volvia á reunirse, fué construyendo la capilla, formalizando el pueblo, y preparando todas las cosas, para que se celebrase la primera misa luego que viniese sacerdote, que se hiciese cargo de aquella mision. Ya en el mes de Octubre de 1793 tenia á mas de treinta familias juntas, y esperaba que en breve habian de llegar otras cuarenta, para las cuales tenia fabricados otros tantos ranchos: ya estaban concluidas la capilla y la casa para los PP. conversores con

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