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XIV.

Fundacion de las misiones de Iti y Tayarenda, y trabajos en su conservacion y aumento.

L celo de la salvacion de las almas era el fuego que abrasaba el corazon del apostólico Fr. Francisco del Pilar, y el primer mòvil de sus acciones, todas enderezadas al aprovechamiento espiritual de sus prójimos y á la mayor gloria de Dios. No sabia descansar su corazon en esta solicitud: no bien acababa de fundar una mision, ya pensaba en fundar otra; y para su empresa no le acobardaban las contradicciones, peligros ni dificultades; porque, firme siempre en la confianza en Dios, hallaba todo socorro en su admirable providencia. Desde el año de 1784 (ò por mejor decir, desde el año de 1767, en que acabó de fundar la mision de Acero), vivia con deseos vehementes de que se fundase mision en la cañada de Iti, donde vivian muchos indios hárbaros de feroz condicion, así chaneses como chiriguanos, y otros que con el pretesto de guardar los ganados de aquellas inmediaciones, siendo de profesion cristianos, vivian tan desarreglados como los bárbaros.

Estos deseos, por lo mismo que se le diferian, cobraban

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mas fuerza y por esto, habiendo entregado la mision de Mazavi al P. misionero Fr. Mateo García, inmediatamente procuró solicitar los medios para conseguir aquella nueva reduccion. À este fin consultó la empresa con el teniente coronel de las milicias de la frontera de la Laguna, D. Diego Velasco, con el subdelegado del mismo partido, D. José Manuel de Arredondo, y con el señor D. Fray José Antonio de San Alberto, arzobispo de la Plata; y todos se la aprobaron, y se ofrecieron á cooperar á sus designios, aunque no todos concordaron en los medios; porque, el señor teniente coronel era de parecer, que á unos indios tan perjudiciales y perversos se les debia sujetar con violencia y á fuerza de armas: pero el señor subdelegado juzgaha por mejor medio la suavidad y blandura. Ambos presentaron sus escritos á la R. Audiencia de la Platą; y habiendo esta pedido á Fr. Francisco que diese su parecer, dijo que le parecia seria mejor usar de la suavidad; y concluyó diciendo; Espero en Dios conseguir la conversion de aquellos indios por medios suaves solamente. Este fué el parecer que adoptó el señor fiscal, y con él se conformó el tribunal en su decreto de 22 de Noviembre de 1788. Con esto, salió en alas de su confianza para el pueblo de Iti, sin religioso alguno para su consuelo, sin un donado para su compañero, y sin mas resguardo que la proteccion divina: porque, aunque el señor subdelegado le ofreció veinte y cinco soldados para que lo resguardasen, no quiso admitirlos; y solo llevó consigo al capitan D. Lucas Cabrita del partido de Sauces, y á los peones necesarios para edificar la casa y capilla. Con estos entró en Iti el dia último de Diciembre de 1788.

Hallábase en aquel pueblo el perverso capitan Guaricaya, enemigo tenaz del cristianismo; aquel mismo, que en Pilipili y Acero se opuso al mismo Fr. Francisco, y le dió tanto que sentir y padecer para la gloria de Dios: este, que s' mantenia siempre rebelde á la luz y huia de sus resplandores para vivir como animal nocturno en las

tinieblas de su infidelidad, se hallaba y mandaba en Iti, cuando llegó aquel apostólico varon en busca de su alma perdida. Al verle, se conmueve toda la gente, salen todos á la novedad, preséntase Guaricaya con su hermano Chinanda, mira con mal gesto á quien tenia por su enemigo, penetra sus intentos y le pregunta: ¿A que vienes aquí? Y el varon de Dios con ánimo intrépido le dijo: Traigo órden de la R. Audiencia y del señor Arzobispo de Chuquisaca, para que haga aquí una capilla para los pobres cristianos españoles que hay en estas inmediaciones, y para los indios que quisieren hacerse cristianos. Esta fué una lanzada que le penetró el corazon. No ignoraba aquel bárbaro cuanta era la autoridad y poder de la R. Audiencia y del señor Arzobispo de Charcas; y por esto disimuló por entonces su sentimiento, y le señaló el sitio, algo separado del pueblo, donde hiciese la capilla. Inmediatamente plantó Fr. Francisco el estandarte de la Cruz en aquel mismo lugar, y fué previniendo con sus peones los palos y maderas para la construccion de su casa y capilla. Esta accion fué para que se enfureciese el abismo: al momento se conmovió todo el pueblo, se irritò Guaricaya, y todos los indios encolerizados deshicieron y derribaron sus propias casas, cargaron con los palos y paja de que estaban hechas, y se pasaron todos á la otra banda del rio, donde se hicieron un pueblo nuevo. El hecho fué temible; pero Fr. Francisco no dejó por esto de seguir su proyecto: él prosiguió su obra, levantó su casa y capilla de palos embarrados, como acostumbraba, y no deseaba otra cosa, sino que fuese un sacerdote, que esperaba, para dar principio á la conversion de aquellos indios.

El sacerdote destinado era el P. Tomas Anaya, antiguo colaborador del mismo Fr. Francisco en la trabajosa conquista de Pilipili y Acero. Tuvo que detenerse tres meses en Chuquisaca, y solo á fines de Marzo de 1789 pudo ponerse en camino con el hermano lego Fr. Manuel Dávila. para juntarse con el hermano Pilar en Iti, ignorando aun

છે.

lo que le habia acontecido á este en su entrada. Llegaron pues los dos religiosos al pueblo de la Laguna, pasaron con el subdelegado Arredondo al curato de Sauces; y como este supiese allí lo sucedido en Iti, y la obstinacion con que el capitan Guaricaya se oponia á la propagacion de la fe, mandó prontamente juntar veinte y cinco soldados, para que resguardasen á dichos religiosos; y al mismo tiempo hizo comparecer á Guaricaya, lo prendió y mandó ponerlo con otros indios en la cárcel de la Laguna, donde estuvo mas de nueve meses. Quitado este embarazo, fueron dichos religiosos á Iti; y despues el mismo subdelegado pasó personalmente á aquel pueblo, y hallándose allí presente, hendijo el P. Anaya la capilla, dióla por titular á Nra. Sra. de la Candelaria, colocando en ella su imágen, que dió el mismo subdelegado, y celebró la primera misa en el dia 30 de Abril de 1789. Pero no tenian todavia seguridad, por los peligros que amenazaban.

Con la prision del capitan Guaricaya y de los demas indios (que eran dos hijos suyos, su hermano Chinanda, un hijo de este y otros cuatro mas que los acompañaron), se alborotaron los que quedaban en Iti, y se temió una violenta irrupcion. Levantó la voz otro hermano de Guaricaya llamado Chiriyu y se hizo cabeza de su pueblo; juntó á toda su gente armada, cercaron la casa en que estaban los tres religiosos y los seculares que los acompañaban; temian estos que dentro de poco tiempo iban á ser víctimas de su furor, pero saliendo Fr. Francisco de su choza se acabó toda la tempestad, porque supo como otro Moises con sus palabras apacibles aplacar la furia de aquellos monstruos. Hablóles con suavidad, hízoles evidencia de los inevitables peligros á que los conducia su temeridad, y en un momento, calmó toda aquella tormenta; porque siempre es verdad, que la respuesta blanda quebranta la ira. Fué tambien el P. Anaya á la otra banda del rio; entró en el nuevo pueblo que habian formado, para apaciguar á los indios resentidos, y usando del mismo medio de blandura, no solo consiguió

poco á poco

capilla. Con

que se aquietasen, sino tambien que fuesen trasladando sus ranchos á donde estaba la todos estos riesgos, trabajos y peligros, se dió principio á esta mision de Nra. Sra. de la Candelaria de Iti. Luego veremos sus progresos.

Se halla esta mision en los 19' 22' de lat., y en los 315o 15' de long. À distancia de 25 leguas hácia el E. tiene á la mision de S. Antonio de Zaypurú, y á las 12 leguas hácia el S. O. está la parroquia de Sauces. Su situacion está al fin de una quebrada, por la cual pasa un rio, que por ser muy arenoso, la mitad del año trae poca agua; pero se halla dentro de la misma arena. El temperamento es ardiente en verano, pero en el invierno se esperimentan algunas heladas, por cuyo motivo se les pierde el algodon. El terreno es muy fértil y produce maiz, arroz, alubias y otros granos.

Los indios son de nacion chanesa, siempre perversos y amigos de su libertad. Tambien se les han agregado muchos indios, ya de otras misiones, ya de la barbaridad para vivir á su gusto; pues, allí no piensan en otra cosa, despues de sus siembras, que en beber, jugar y dar soltura á sus apetitos. Tan lejos están los mas de hacerse cristianos, que aun en la hora de la muerte lo repugnan; y cuando el P. conversor ya tiene persuadido á alguno que reciba el santo bautismo, van otros á disuadirlo: cuando va á visitar á los enfermos, se los ocultan, aunque sean párvulos inocentes, para que no los bautize: y si alguna vez ha querido ir á apaciguarlos cuando han estado de riña en sus bebidas, no han reparado en ponerle las manos y estropearlo; de modo que para contener y castigar sus insolencias, ha sido preciso alguna vez llamar á los soldados del destacamento de Zaypurú. En esta tenacidad vivieron muchos años, y por esto el trabajo era mucho, y la ganancia poca. En el año de 1795 tenia este pueblo 869 almas, y de ellas no habia mas que diez adultos y cuarenta y cinco párvulos, que hubiesen recibido el santo bautismo: con que en los seis

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