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II.

Los polichinelas que tan agradablemente habian pasado el puente de terrible memoria, recorrieron los canales tomando á su paso muchos máscaras cubiertos con el mismo disfraz, y se detuvieron finalmente bajo los balcones de un palacio antiguo y derruido.

La alegre comparsa hizo oir un hurra prolongado, que repitieron los écos del sombrío edificio. una mano levantó la celosía del balcon, y

A esta seña,

un jóven de

rostro pálido y de largos bigotes negros, se inclinó sobre el canal. A su vista, el jefe de los polichinelas se puso en pié alzando el brazo, é hizo un signo misterioso. El hurra resonó como antes, y la góndola desapareció en las tinieblas.

Seguíala de cerca otra góndola, cuyas máscaras cantaban el Hernani y repetían en coro:

Allegri beviamo!

El jóven cerró el balcon y llamó. Presentóse un anciano.

-Giovanni-le dijo-nuestro Oriente tendrá esta noche una sesion solemne á la que concurrirán todos sus miembros. Ejerce tus funciones de conserje: prepáralo todo. A las doce, veinte góndolas llegarán una á una delante de la puerta secreta y el subterráneo será invadido por quinientos polichinelas bajo cuyas grotescas máscaras, encontrarás los semblantes decididos y enérjicos de nuestros hermanos.

El anciano y el joven, cojieron cada uno una lámpaEl anciano atravesó una larga galería cubierta de retratos, detúvose delante del último de estos y tocó un resorte oculto en el marco. El retrato giró sobre goznes invisibles, dejando descubierta una ancha escalera subterránea que el viejo descendió perdiéndose con su lámpara entre sus lóbregas espirales.

El jóven cruzó una larga línea de habitaciones cubiertas de relieves y de frescos magníficos, y deteniéndose delante de una sala oscura y silenciosa,

mia?

-Blanca! dijo en voz baja—¿duermes, hermana

-Velo como tú-respondió una voz dulce y triste. -Velas sola y en las tinieblas !- repuso el jóven con acento de cariñosa reconvencion entrando en el cuarto.

La luz de la lámpara alumbró un gabinete sencillamente adornado y la bella figura de una joven que con los

brazos cruzados sobre el pecho parecia absorta en dolorosa meditacion.

Los vaporosos pliegues de su larga túnica blanca que la cubria, le habrían dado un aire fantástico, si las profusas ondas de una maravillosa cabellera negra no revelaran tesoros de juventud y vida. Si hay nombres que coinciden admirablemente con las cualidades individuales de las personas que los llevan, el de Blanca, dado á esa jóven, era uno de ellos, porque su tez, de un blanco diáfano y azulado, oscurecia la transparente gasa de su ropaje. Pero á aquella blancura se mezclaba en ese momento una estrema palidez, y en sus bellos ojos azules vagaba una inquietud sombría que la cariñosa sonrisa con que se acercó á su hermano no fué bastante á ocultar.

III.

-Velabas sola y en las tinieblas, continuó él estrechando entre las suyas las manos de la jóven y fijando en sus ojos una mirada escrutadora-Blanca, hermana mia, ¿qué es lo que pasa en tu alma hace algun tiempo? A tu alegria de niña ha sucedido de repente una profunda y dolorosa inquietud. Muchas veces te he encontrado aquí postrada en tierra, con el rostro entre las manos, sollozando amargamente y tan abismada en ese dolor desconocido que ni aun te apercibias de mi presencia y mis caricias, mis lágrimas y mis ruegos te hallaban tan insensible como ese mármol en que se apoyaba tu cabeza. Ahora, no lloras ya, pero tu mirada se ha vuelto sombría y con frecuencia te veo correr azorada y trémula á arrojarte en mis brazos, como si algun enemigo invisible te amenazára. ¿Qué lúgubre secreto ocultas al corazon de

tu hermano, de tu amigo de la infancia? No te he amado lo bastante para que tengas confianza en mí? ¿Vacilé alguna vez para realizar uno solo de tus deseos?

La frente de la jóven palideció mas todavía y sus miradas espresaron inmenso dolor.

-Querido Octavio!-esclamó abrazando á su hermano-mi bueno y generoso protector! Si.... tú lo has sido todo para mí. Al amor de hermano has añadido la solicitud tutelar de un padre, los cuidados y la tierna abnegacion de una madre. Niño aun y en esa edad de egoismo en que solo se vive para sí, tu veniste á sentarte á la cabecera de mi cuna que la muerte dejó desamparada, y velaste el sueño de la huérfana. Jóven, bello, y en la edad de las ilusiones de tu juventud, únicas flores de la vida, y con peligro de tu existencia, disfrazado y oculto consagras á tu hermana los años que sin ella habrias dado en un pais estranjero á los placeres y á la gloria á que te llaman tu ilustre nombre y tu brillante talento.

-Pues bien, amada Blanca-la interrumpió él—si tu alma conserva la memoria de esos dias tan gratos para mí, de esos dias en que nada echabas de menos á mi lado, en nombre de estos te pido que derrames tu dolor en el corazon de tu hermano, que le dés su parte de tus lágrimas, que no sufras por mas tiempo silenciosa y sola.

Los ojos de Blanca fijos en su hermano con inefable espresion de ternura, se bajaron de repente. Un violento combate interior hizo ondular la gasa que cubría su seno. Vaciló, tembló, reclinó la cabeza en el pecho de su

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