Imágenes de páginas
PDF
EPUB

vuestra perfidia la ha conducido al camino del deber, al mismo tiempo que à vos al de los honores y la dicha.

Al escuchar este terrible sarcasmo, Wenceslao que permanecía agobiado bajo el peso de una irremisible prueba, alzó con orgullo su pálida frente, y estendiendo la mano con un gesto de autoridad, dijo á la jóven, que daba ya un paso hacia la puerta: ¡ Isabel! en nombre de tu padre, escúchame una palabra, una sola ! Isabel volvió hácia él su pálido rostro.

-Todo se ha acabado entre nosotros, dijo ella con voz triste pero firme. Un abismo nos separa; en uno de sus bordes estais vos con Manuela Rosas, en el otro Isabel y la sombra de su padre.

-¡Oh! Isabel! ¿rehusas escucharme? Dígnate entónces decir tu misma, amada mia, qué podré hacer para convencerte de que ninguna otra imájen se ha acercado jamás al santuario que tienes en mi corazon? ¡ Habla ! Si es necesario descender al infierno para rescatar tu amor, alli bajaré.

Un profundo sollozo elevó el pecho de Isabel, que vacilante y trémula bajó los ojos para que Wenceslao no leyera en ellos su amor.

De repente su mirada cayó sobre el guante negro que estaba en el suelo. Un estremecimiento convulsivo recorrió su cuerpo, en sus negros ojos brilló un rayo de tremenda cólera, y uno de esos malos pensamientos hijos de los celos, que convierten al ánjel en demonio, surjió en su mente y mordió su corazon.

-Que muera para mi amor, murmuró, con tal que se aleje para siempre de ella !

Y fijando en Wenceslao una mirada fascinadora: -Hay un sitio, le dijo, desde donde podriais persuadirme que lo que he visto esta noche ha sido solo un sueño, uno de esos malos sueños que baján á torturar el corazon, pero ese sitio está. . . . entre las filas del ejército unitario!

Y desapareció entre las sombras que se estendian al otro lado de la puerta.

Wenceslao quedó un momento anonadado bajo el peso de aquellas terribles palabras. Los ojos se cerraron, su corazon cesó de latir, un sudor frio bañó sus sienes. Luego una desesperacion inmensa invadió su corazon, sacudiéndolo con su terrible fuerza.

[ocr errors]

-La he perdido para siempre ! esclamó hiriendo su frente; no me ama ya, pues quiere mi deshonra ! quiere que abandone la causa que desde la niñez ha defendido mi espada, la causa de mi ilustre bien hechor. la de la compañera de mi infancia ! ¡ quiere que me haga un traidor, en fin ! Oh! Isabel!... jamás.. jamás... Pero ¿qué haré en adelante de esta existencia vacía y silenciosa, que no iluminará ya tu amor? ¿como atravesaré esas horas, esos dias que encantaba tu presencia? por que perderte á ti no es solo perder el corazon de una mujer: ¡ es perder el aire, la luz, el cielo....Oh! es mejor morir! Y llevando á su pecho una mano homicida, arrancó el vendaje de su herida, y la desgarró.

á

La sangre corriendo á borbotones sobre el lecho, adormeció poco a poco la desesperacion que devastaba el alma de Wenceslao. Una niebla azul se estendió ante sus ojos, un rumor confuso invadió sus oidos, que cesaron de percibir los ruidos esteriores; el frio de la muerte comenzó á helar sus miembros, y en su corazon se difundió ese sentimiento de paz que debe hallarse al otro lado de la tumba, y que se pinta en el semblante de los cadá

veres.

III.

UNA MADRE.

De repente una voz dulce y suave vinoá interrumpir el silencio de su agonía.

-Oh, Dios mio! esclamó entre sollozos, tú me has traido para salvarlo! ¡ Wenceslao!

-Isabel! murmuró la voz exánime del moribundo.

Al lado de aquel sangriento lecho se hallaba de rodillas una mujer de estatura elevada, de rostro dulce y bello, á pesar de la gran palidez que lo cubria. Se conocia que aquella alma habia sentido mucho, y que la hoguera que ardia en su pecho habia consumido su vida.

Reclinada la cabeza de Wenceslao sobre su pecho, le rodeaba con sus brazos y se esforzaba en restañar la sangre que se escapaba de la herida, regando con sus lágrimas la frente del jóven y llamándole en voz baja y cariñosa.

-Ay! dijo, cuando oyó en sus lábios el nombre de Isabel¡ no me reconoce, el ama á otra, no importa ! ¡bendito sea el nombre que le vuelve á la vida! Dios mio, ¡ restituídmelo! y aunque me posponga á todas sus otras afecciones, pues yo sé que aunque él ocupa toda

mi alma, no soy yo quien debe ocupar la suya.

¿Quien era esa mujer, que amaba tanto, pero cuya santa abnegacion era superior á los celos, ese poderoso demonio que ha hecho su infierno en el corazon humano? Era una madre.

« AnteriorContinuar »