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El reinado de las preocupaciones y del despotismo habrá pasado, y el genio solo dominará el mundo, ya erija por solio la frente de un europeo, ya la de un indio. Entre tanto, hija mia, cúmplase en tí lo que Dios ha dispuesto, dijo y llevándose á sus ojos su mano seca y arrugada para enjugar una lágrima que corria por su mejilla venerable, se alejó con paso lento.

Mi madre quedó largo tiempo inmóvil, con la frente apoyada en mi cabeza.

Un ruido de pasos precipitados la distrajó de la profunda meditacion en que la dejaron las palabras del anciano. Un caballero alto y apuesto, de rostro hermoso é imponente, entró haciendo resonar sus espuelas en el umbral de nuestra puerta.

-¡ Camporeal!-esclamó mi madre, corriendo conmigo en los brazos, á arrojarse en los del estranjero.

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María -respondió él estrechándonos á ambos contra su pecho adornado de cruces-¿Es este mi hijo? -¡ Nuestro hijo!-dijo ella con acento tímido. -¡Oh! ¡ qué bello es mi hijo !-continuó él, sin advertir al parecer la rectificacion de la pobre madre; y tomándome en sus brazos, á pesar de mi esquiva resistencia me dijo con gran volubilidad:

-Hernan, querido mio, hombre de cámara algun dia.

serás un arrogante gentil

Las reinas te disputarán

á sus damas! Entre tanto, es necesario que vengas conmigo á Lima.

A Lima!-esclamó mi madre, que á las prime

ras palabras del Conde habia sentido helarse el gozo en su corazon y se habia alejado con los ojos bajos y la frente inclinada:-¡Ah, Fernando! no era eso lo que me habias prometido ! Un caballero español falta así á su ¿ palabra ?

-María,-respondió el conde,-las promesas que se hacen á una mujer, sobre todo á la madre de nuestro hijo, no son como las que median entre los hombres: se hallan en la línea de aquellas que nos hacemos á nosotros mismos, están sujetas á circunstancias imprevistas; y si me amas, y amais à vuestro hijo, debeis comprender que ni él ni yo podemos encerrar nuestro destino en el círculo estrecho de un pais perdido entre desiertos, solo porque un dia os hice una necia promesa. Por lo demás,—añadió en tono resuelto,-mi hijo, y vos si quereis, partireis mañana conmigo. ¡Adios!

en su corazon.

Mi madre no exhaló su dolor en quejas y esclamaciones: como todas las almas tiernas, le reconcentró todo Cerró su casa, hizo en la puerta una cruz en señal de despedida, y conmigo en los brazos, fué á pasar el dia entero sobre las alturas que dominan la ciudad, repitiendo entre lágrimas silenciosas estas palabras que el cacique habia dicho en la mañana: ¡el amor es mas fuerte que todo! Y como la hija de Jephte miraba desde la cima de los montes la patria que iba á dejar, y la lloraba.

Partimos.

III.

EL RAPTO.

Al llegar á Lima, el pesar, la fatiga, y quizá tristes presentimientos, que se alzaban en el corazon de mi madre, le causaron una violenta enfermedad. Una fiebre ardiente se apoderó de ella, un delirio terrible extravió su razon creciendo hasta el frenesí cuando me alejaban un momento de su lado. Su sueño del Cuzco se le representaba incensantemente causándole espantosos terrores. Entonces me estrechaba contra su pecho hasta ahogarme, dando furiosos gritos, á los que sucedia una postracion mortal.

Una noche que habia caido en ese entorpecimiento letárgico, del que solo sus ojos no participaban, velando abiertos y atentos como dos centinelas, yo estaba acostado á su lado y posaba mis manos frescas sobre su frente ardiente. El silencio que reinaba en torno nuestro y la inmovilidad de mi actitud, comenzaban á adormecer

me, cuando vi abrirse la puerta y entrar un hombre alto, envuelto en una larga capa negra, y con el sombrero caido sobre su frente.

A su vista, los grandes ojos de mi madre se dilataron mas todavia; sus miembros inertes se estremecieron con una violenta convulsion; sus lábios se agitaron en un esfuerzo de suprema angustia, y su lengua rompiendo las ligaduras de acero que la sugetaban articuló con un acento que nunca olvidaré:

El gigante !!

Yo di un agudo grito, abrazándome estrechamente de su cuello, pero acercándose el embozado, puso una mano sobre mi boca, y separando con la otra los brazos tiesos é inanimados que rodeaban mi cuerpo, me arrebató como á un pobre pajarillo á quien roban de su nido; y envolviéndome en los pliegues de su capa, se alejó conmigo.

Despues de inútiles esfuerzos para desprenderme de las manos que me retenian, la rabia, el dolor el miedo me hicieron perder el conocimiento.

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Cuando volví en mí me hallé solo, en un cuarto estrecho y bajo, acostado en un lecho de forma estraña. Un movimiento lento y uniforme hacia oscilar todos los objetos que me rodeaban; un ruido sordo, semejante á la caida lejana de un torrente, era lo único que interrumpia el profundo silencio que reinaba en aquella especie de sepulcro, en cuya bóveda agonizaba un farol ante la luz del dia que comenzaba á venir.

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Mi primer pensamiento fué para el miedo; el segunpara mi madre. Y llamándola con voz lamentable, salté trabajosamente del lecho; corrí por todos lados buscando una puerta que no habia, ví una escalera en el estremo del cuarto y la subí precipitadamente.

¡Qué espectáculo para mí, pobre niño, cuyos pies no habian traspasado el radio que abrazaba la mirada de mi madre!

La tierra de los vivientes habia desaparecido con sus montañas y sus prados, sus árboles y sus poblaciones. Una inmensa llanura azul se estendia ante mis ojos atónitos, perdiéndose entre las densas nieblas del cielo.

¡ Oh! nunca olvidaré la horrible pena que despedazó

mi corazon en ese momento. El alma del niño siente mas hondamente el dolor que la del hombre, porque carece de la razon, esa ruda consoladora, que no pudiendo arrancar el dolor, lo hiela en nuestro corazon.

Volví mis miradas del horizonte á los objetos que me rodeaban.

El conde de Camporeal, mi padre, estaba delante de mí. A mis gritos desesperados contestaba él con caricias, pintándome la dicha de que iba á gozar en España, hácia la cual navegábamos. Pero ¡ oh! si el alma del conde era susceptible de remordimientos, por grande que fuera el crímen que cometió arrebatando á un hijo de los brazos moribundos de su madre, mayor fué todavia su castigo! A cada nombre tierno que me daba, respondia ya con el de mi madre, y me deshacia en llanto.

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